Nos encontramos con frecuentes preguntas de los padres como: ¿Por qué mi hijo no estudia? ¿Por qué no saca buenas notas? O ¿Por qué no rinde lo suficiente? Las respuestas a estas preguntas acostumbran a ser bastante ambiguas, como: es muy vago, no tiene interés, está desmotivado… Y en el fondo con estas respuestas están justificando el problema de fondo.
La auténtica razón en la mayoría de los casos es que el alumno carece de un método de estudio, ya que nadie le ha enseñado a estudiar.
Para estudiar, hay que tener un plan preestablecido. Si improvisamos, es como si tenemos 50 euros para realizar la compra del mes y compramos en el supermercado las cosas según las vemos en los pasillos, sin poder rectificar, sin estar seguros si tendremos dinero suficiente para las cosas importantes.
El método es el mejor camino para llegar a la obra bien hecha. Trabajar con un método elaborado previamente favorece la concentración y consolidación del aprendizaje y disminuye el libre albedrío y la procrastinación en las tareas.
Es fundamental indicar a los alumnos un método, pero más valioso es enseñarles a que cada uno descubra como aplicar el método, a su manera. Este es el grado diferencial de nuestro trabajo: enseñamos a los estudiantes a encontrar “su método” y a involucrarse en su desarrollo.